El incomprendido universal

Piotr Ilich CHAIKOVSKI
Sinfonía núm. 1 en Sol menor, op. 13
Concierto para piano y orquesta núm. 1 en Si bemol menor, op. 23
  • EVGENY KONNOV
  • piano (Ganador del Concurso Internacional María Canals, Barcelona 2018)
  • Lucas Macías
  • director
Nació en un tiempo que no lo comprendía, o al menos no estaba preparado para hacerlo. Tanto su Primera Sinfonía como su Primer Concierto recibieron críticas devastadoras por parte de aquellos que poseían el poder intelectual. Pero él no se las creyó. Cuestionó a los referentes del momento convirtiéndose así en un icono universal.

Posiblemente Chaikovski haya sido uno de los compositores más denostados por la historiografía musical. Su amor por la libertad lo transformó en un genio incomprendido que, por suerte, pudo disfrutar de reconocimiento en vida. Fue en una habitación pequeña y algo estrecha del conservatorio de Moscú donde Chaikovski decidió mostrarle a su maestro y mentor, Nikolay Rubinstein, su Concierto para piano núm. 1. Tocó los últimos acordes y Rubinstein ni se inmutó. Catalogó el concierto como «imposible de tocar». Él le contestó que no cambiaría ni una mísera nota de la partitura. Y entonces la partitura viajó a América. Fue el pianista Hans von Bülow quien, enamorado de la pieza, decidió estrenarla en Boston. Su sorpresa fue mayúscula al ver la buena acogida que tuvo en el público estadounidense. Lo que para los intelectuales rusos era una rapsodia musical con muchos temas y poco orden, para el público de a pie, aquel concierto suponía un antes y un después en su percepción musical. Enseguida se convirtió en una obra de referencia para orquestas a ambos lados del Atlántico. Incluso años después, aquel Rubinstein que tanto criticó la partitura llegó a interpretar todas aquellas notas que Chaikovski se negó a modificar.

Con su Primera Sinfonía descubrió que, pese a ser inmaduro en técnica, poseía suficientes ideas como para aportar algo nuevo al mundo musical. Vivió en una vigilia ininterrumpida durante su composición, haciendo que de su cráneo fluyeran melodías infinitas que le impidieran soñar. Siempre reconoció su falta de madurez en aquellos tiempos, pero consiguió crear con aquello que de verdad poseía, sin tener que recurrir a la técnica para crear ilusiones ajenas. La forma Sinfonía le venía algo ancha. Llegó incluso a titularla «Sueños de Invierno» imitando con música una pintura de Brueghel en donde la vida cotidiana se entremezcla con el paisaje invernal. Fue una sinfonía que nunca tuvo la aprobación de sus maestros. Pero el tiempo habló por ellos, convirtiendo a Chaikovski en un incomprendido universal.

Nacho Castellanos